lunes, 28 de marzo de 2011

Los osos polares protagonizan el filme Cuento del Ártico


Sarah Robertson escucha la palabra “peligro” y su memoria vuelve a esos largos días que pasó en el Ártico. Robertson fue artífice, en 2005, de una revolución en el documental de vida salvaje ya en su primer película (La marcha de los pingüinos) combinó el testimonio con una narrativa de ficción. Es decir, que los pingüinos se convirtieron en personajes sobre los que se narraba una historia de amor al mismo tiempo que se documentaba un año de su vida.

Esta técnica fue un éxito instantáneo. Recaudó 80 millones de dólares en Estados Unidos, cuatro en Reino Unido y nueve más en Francia. “Me quedé estupefacta cuando supe que les había ido tan bien a los Pingüinos porque eso probaba lo que yo siempre creí: hay una audiencia para este tipo de cosas en la pantalla grande”.

En esta ocasión decidió repetir el sistema del documental ficcionado, pero eligió a los osos polares como los actores protagonistas de la historia. Se fue entonces al Ártico para filmar esta nueva película que lle llevó cuatro años. Y es entonces que vivió algunos momentos de peligro que ahora recuerda con cierto nerviosismo.

“Una noche -narra- nos quedamos varados a mitad de un iceberg sin energía eléctrica y algo lejos del campamento. Por supuesto que teníamos nuestra lancha pero por alguna razón simplemente dejó de funcionar. “No teníamos comida y en ese momento llegué a pensar que quizá nadie de nuestro equipo llegaría a rescatarnos”. Robertson dice que no quiere aburrir con los detalles de su rescate pero que al día siguiente ya estaba en el campamento tomando un té caliente.

Otro momento con fuertes dosis de adrenalina fue un día en el que fue despertada por un leve cosquilleo en la nariz. Al abrir los ojos se encontró con un oso polar respirando a un centímetro de distancia de su cara.
“Y lo que era peor, se trataba de la mamá oso con dos de sus críos, los cuales comenzaron jugar, es decir, destrozar todo lo que había en el campamento. Era como una película de terror porque nosotros estábamos durmiendo en nuestras bolsas y vestidos tan sólo con ropa interior mientras que la mamá Oso gruñía y gruñía”, cuenta.

Finalmente, la familia Oso se retiró del lugar sin hacer daño alguno a los humanos. Y Robertson y su equipo, una vez que superaron el miedo, comenzaron a seguir las huellas que habían dejado a lo largo del camino.

Fuente: El Universal - http://www.eluniversal.com.mx/espectaculos/100286.html

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